
Educación financiera en las aulas: una asignatura pendiente en España
Los maestros, profesores y docentes en general tenemos la quizá no tan sana costumbre de, cuando nos reunimos con colegas de profesión, terminar hablando sobre temas que atañen a nuestra vida profesional, a la educación en general o a cualquier otro asunto que esté relacionado con nuestro día a día y su influencia en la sociedad. Así, este verano viví una de esas charlas (muy enriquecedora, por cierto) con un compañero de profesión que me hizo reflexionar mucho. Como suele ser habitual, la conversación derivó en un lugar distinto a aquel en el que se había originado, pero la conclusión me llevó a una reflexión que hoy quiero compartir en estas líneas.
Hablaba con mi amigo sobre el momento que está viviendo el mercado bursátil, sobre los que parecían ser buenos movimientos de activos en esta época y sobre qué inversiones podrían ser más o menos seguras en el contexto en el que nos encontramos, sin embargo, poco a poco la conversación fue derivando hacia lo poco que educamos en estos conceptos a nuestros alumnos en las aulas y lo mucho que debemos trabajar por nuestra cuenta (ya como adultos) para poder decir que tenemos unas nociones básicas de conocimiento en este campo. Inevitablemente, unos días después acabé investigando sobre la educación financiera que estamos proporcionando en las aulas en España, y la verdad es que los resultados que encontré no fueron muy halagüeños.
En un mundo cada vez más complejo y globalizado, donde las decisiones económicas afectan directamente la calidad de vida de las personas, la educación financiera debería ocupar un lugar central en los sistemas educativos. Sin embargo, en España, esta competencia sigue siendo una asignatura pendiente. Los resultados del informe PISA 2022 de la OCDE, centrado en la competencia financiera de los estudiantes, revelan una realidad preocupante: nuestros alumnos se sitúan por debajo de la media de los países evaluados, con un rendimiento estancado desde 2012.
¿Por qué importa la educación financiera?
Según el informe de la OCDE, solo el 4% de los estudiantes españoles alcanzan el nivel más alto de competencia financiera, frente al 12% de media en los países participantes. Además, el porcentaje de alumnos con bajo rendimiento (nivel 1 o inferior) supera el 25%, lo que indica que uno de cada cuatro estudiantes apenas comprende conceptos financieros básicos.
Estos datos reflejan una carencia estructural: la educación financiera no está integrada de forma sistemática en el currículo nacional. Aunque existen iniciativas puntuales, como talleres o programas extracurriculares, no hay una estrategia nacional que garantice su presencia en todas las etapas educativas.
La educación financiera no se limita a saber ahorrar o entender qué es una cuenta bancaria. Implica desarrollar habilidades para tomar decisiones informadas sobre el dinero, comprender riesgos, planificar a largo plazo y actuar con responsabilidad en un entorno económico cambiante. En otras palabras, es una herramienta de empoderamiento personal y social.
Los jóvenes que carecen de esta formación están más expuestos a caer en trampas de consumo, endeudamiento irresponsable o falta de previsión. Y, lamentablemente, son la mayoría de jóvenes estudiantes los que crecen en contextos socioculturales donde la cultura financiera más extendida es ahorrar lo máximo posible, mantener el dinero en el banco y, con suerte, abrir un plan de pensiones que complemente una jubilación lo más digna posible. Además, se antoja más relevante en un país donde el sistema de pensiones enfrenta desafíos estructurales serios y la cultura del ahorro se debilita por las dificultades que supone, cada día más, contar con ese “extra” a final de mes.
¿Qué podemos hacer? Propuestas para una educación financiera dinámica y transversal
Inevitablemente, el espíritu docente me llevó a plantearme formas de revertir esta situación, no todo puede ser análisis y queja. Está claro que haciendo trabajo en el aula podemos ayudar a nuestro grupo de referencia a cambiar su forma de ver la vida, a desarrollar una mejor cultura financiera o a alcanzar la independencia económica que todos ansiamos en el futuro, sin embargo, es necesario ir un poco más allá.
Para revertir esta situación, es necesario un enfoque integral que combine políticas educativas, formación docente y recursos pedagógicos innovadores. En las siguientes líneas me gustaría proponer algunas ideas que, en líneas generales, considero ayudarían a mejorar y complementar la educación integral de nuestros alumnos en el transcurso de su vida académica:
- Integración curricular transversal
- Incluir contenidos financieros en asignaturas como Matemáticas, Ciencias Sociales, Economía o Valores Éticos.
- Diseñar unidades didácticas que conecten conceptos financieros con situaciones reales: presupuestos familiares, consumo responsable, impuestos, ahorro energético, etc.
- Proyectos interdisciplinares
- Promover proyectos como “Miniempresas escolares” donde los alumnos crean y gestionan un negocio ficticio.
- Organizar ferias de emprendimiento, simulaciones de inversión o juegos de rol sobre toma de decisiones económicas.
- Gamificación y recursos digitales
- Utilizar aplicaciones y plataformas educativas que enseñan finanzas mediante retos, juegos y simulaciones (por ejemplo, Kahoot, Genially, Buxfer o Budget Challenge).
- Crear escape rooms financieros donde los alumnos resuelven enigmas relacionados con ahorro, fraude o planificación.
- En EEUU, algunos colegios e institutos organizan mercados o ferias en las que los alumnos son vendedores, crean su propio proyecto y las familias acuden a comprar productos o servicios con dinero ficticio. Es sólo un ejemplo de un proyecto que potencia el emprendimiento.
- Formación docente especializada
- Ofrecer cursos de actualización para docentes en educación financiera, con enfoque práctico y contextualizado. Como decía en el inicio, la mayoría de nosotros tampoco hemos recibido la información y formación necesarias en nuestra etapa estudiantil, estas carencias se deben subsanar antes de transmitir los conocimientos a las próximas generaciones.
- Crear comunidades de aprendizaje entre profesores para compartir recursos, experiencias y buenas prácticas.
- Colaboración con entidades externas
- Establecer alianzas con bancos éticos, cooperativas, ONGs o universidades para desarrollar talleres, charlas y mentorías.
- Invitar a expertos del sector financiero a participar en actividades escolares, fomentando el contacto con el mundo real. Aunque esta práctica se lleva a cabo de forma puntual en determinados centros, sería mucho más interesante tratar de institucionalizar de alguna forma estos eventos que pueden resultar tremendamente inspiradores para nuestros jóvenes de cualquier etapa.
Conclusión: educar para la vida
La educación financiera no es un lujo ni una moda, sino una necesidad urgente. Como comentaba antes, la situación actual en España invita a pensar que la trayectoria que siguieron generaciones previas a nosotros no podrá ser sostenida en el tiempo por mucho tiempo, necesitamos adquirir nuevas herramientas y nuevos conocimientos para no depender de una pensión al final de nuestra vida laboral o para poder obtener un nivel de ingresos superior al que nos proporcione nuestra mera actividad laboral. Formar ciudadanos capaces de gestionar sus recursos con responsabilidad, ética y visión de futuro es parte del compromiso educativo que debemos asumir. España tiene el talento, la creatividad y la vocación docente para liderar este cambio. Lo que nos hace falta es encaminar esfuerzos hacia la sociedad del futuro, hacia esas personas que sustentarán nuestra economía en los próximos años y hacia lo que verdaderamente será importante en para los ciudadanos del futuro.
Al fin y al cabo, igual que aquella conversación de verano me hizo abrir los ojos sobre lo poco que enseñamos a nuestros alumnos en cuestiones financieras, confío en que estas líneas puedan provocar la misma chispa en otros compañeros y compañeras. No se trata de convertirnos en economistas ni de llenar la mochila del alumnado de fórmulas imposibles, sino de darles herramientas para vivir con más libertad y menos incertidumbre. Como educadores, tenemos en nuestras manos la posibilidad de sembrar esa semilla, y quizá en unos años sean nuestros propios estudiantes quienes nos devuelvan, con sus decisiones responsables y conscientes, el fruto de haber apostado por una educación más completa y real.
Joaquín Barriga es educador y asesor docente.
Barriga, J. (2025, 29 septiembre). Educación financiera en las aulas: una asignatura pendiente en España. Magisnet. https://www.magisnet.com/2025/09/educacion-financiera-en-las-aulas-una-asignatura-pendiente-en-espana/